POBREZA, RESIGNACIÓN Y LLUVIA: LA CONSTANTE DE LA VULNERABILIDAD.
Ante el paso de la tormenta Beryl por el Caribe y República Dominicana. –
Ana Moyano.
9 de Julio de 2018
Desde hace muchos años, los habitantes de República Dominicana conocen los huracanes, ciclones, lluvias, sequía y han sentido las variaciones climáticas, han vivido todo tipo de fenómenos y hasta frente al presente proceso de urbanización salvaje que signa estos tiempos en el desarrollo de las ciudades han sabido “acomodarse a los cambios del tiempo”, trasmitiendo de generación en generación conocimientos y recomendaciones tradicionales para predecir el tiempo y “remediar” los impactos del cambio, a través del desarrollo de medidas de adaptación en las comunidades.
Existía conocimiento del territorio y sus habitantes, comunicación y solidaridad que hacían que los fenómenos, por mucho impacto que tuvieran servían de enseñanza para la adaptación a los mismos, y una rápida recuperación a pesar de la precariedad y la casi indigencia en que viven muchas familias en los barrios urbanos.
Todo este conocimiento etnoclimático, relacionado con el manejo de indicadores biológicos y climáticos, se ha perdido, y la vulnerabilidad relacional en su forma de ausencia de vínculos con el territorio, han hecho de los barrios más deprimidos los de mayor vulnerabilidad:
1.- El barrio y sus espacios reflejan las relaciones de poder endógenas y con la ciudad, y son el resultado de las desigualdades sociales, que jerarquizan no sólo personas sino también territorios.
2.- Se está generalizando la apropiación de los saberes locales, ensalzando el conocimiento individual y anulando la práctica comunitaria como apuesta transformadora, cuando sabemos que lo común, la comunidad, la vecindad es lo que construye el pensamiento.
3.- Los territorios antropizados, fruto de procesos socioeconómicos que financiarízan la ciudad, urbanizados espontáneamente, altamente contaminados, llenos de residuos sólidos, con servicios básicos deficitarios, y en estado de emergencia, aun en tiempos de normalidad, aceptan resignados la llegada de fenómenos que les harán sentir toda la miseria que les envuelve, y que muy probablemente les hará más pobres.
Ante fenómenos como el que se acerca, con todo el conocimiento que se posee, con tecnología disponible, no somos capaces de tener territorios seguros para las poblaciones más vulnerables, y los pobladores de esos asentamientos degradados de alta vulnerabilidad no tienen más opción que aferrarse a las creencias y sus diversas formas de fe, que es el único refugio que les queda.